lunes, 9 de abril de 2018

2-18 CHOCHÍS



Dejamos atrás Roboré y encaramos hacia Chochís, un pueblo a poco más de 60 km de donde estábamos. Otra etapa corta, pero no fácil, pues el dios Eolo no nos puso las cosas fáciles. Ese 23 de agosto arribamos a destino y enseguida nos abocamos a la siempre azarosa tarea de conseguir alojamiento. Después de decepcionarnos por unos cuantos datos que no cuajaron, nos movimos hacia la prominente montaña que se destaca al fondo del pueblo. En ese camino íbamos, cuando nos cruzamos con un señor llamado César Lara que nos ofreció quedarnos en su casa y a la postre sería nuestro anfitrión por los siguientes cuatro días.


       
El Velo de la Novia. Una pintoresca cascada que baja dejando un rastro que recuerda un velo de novia. Descarga generando un lago de agua cristalina enmarcada por troncos que han sido trabajados por la mano de artistas locales, bajo la dirección de César, nuestro anfitrión.
                           

El Murallón. Es el cerro que domina el paisaje en el pueblo de Chochís. Se eleva desde 400 msnm hasta 1400 msnm en su cima. Trepamos hasta allí para apreciar las rocas en una curiosa disposición y con curiosas formas, tal como estatuas de gigantes colocadas al azar por la naturaleza. 

    


La Torre o Muela del Diablo:  Es un roque que se destaca y es la formación rocosa emblemática del pueblo y un símbolo a nivel nacional. A su pie, se erigió un santuario en memoria de las víctimas de una tragedia provocada por una avalancha que afectó al pueblo y a sus vías de tren.



El Mirador:  Es un lugar en la falda del cerro desde donde se aprecia el Santuario, el pueblo y el resto del Murallón y desde el cual es posible ver aves (parabas y otros) volando por allí.

 


















El Santuario: Está al lado mismo de La Torre y es un edificio religioso, donde se puede apreciar enorme cantidad de tallados y verdaderas obras de arte, utilizando madera de la región y artistas de gran prestigio, entre ellos, nuestro anfitrión, César Lara, a quien corresponde las tallas que adornan las puertas de la sala principal y representan a cuatro guardianes Ayoreos, los nativos de la región.

  

2-17 ROBORÉ

22 de agosto. Partimos hacia un nuevo destino, algún pueblo en el camino que nos brinde cosas interesantes y un sitio donde pernoctar.
Ni bien salimos, tuvimos los primeros percances. José pinchó la rueda de su bicicleta y luego yo y otra vez José. Descubrimos entonces que en esa zona abundaba una especie de abrojo de espinas muy rígidas y de largo suficiente como para causar semejante estrago en nuestras bicicletas. Superado el inconveniente, empezamos a rodar por la carretera y a los pocos kilómetros ya estábamos en el siguiente pueblo, Roboré. Nos desviamos y entramos allí pues prometía tener lugares de interés para visitar. El chorro San Luis es uno de ellos, queda muy cerca y es accesible con la bicicleta.
Como ya se había hecho tarde, decidimos conseguir alojamiento y quedarnos en ese pueblo y de esa manera iríamos con total tranquilidad a disfrutar los paisajes prometedores del salto de agua referente del pueblo.
Así lo hicimos y la verdad es que colmó nuestras expectativas. Recorrimos toda la zona, haciendo muchas fotos y saturando nuestras retinas de la belleza del lugar.

2-16 AGUAS CALIENTES

Como compensación a los pocos kilómetros que hicimos ayer, hoy tocó una etapa larga, de 110 km. Por suerte la carretera es excelente, con un buen pavimento y sin exigencias de rasante. Poco antes de llegar al pueblo de Aguas Calientes, nos desviamos hacia un balneario llamado Beirú (Beirut) y allí mismo nos instalamos a orillas de un arroyo de aguas termales. Mientras José se adelantaba hasta el pueblo a comprar provisiones, yo comenzaba a disfrutar de un buen baño relajante en las aguas calientes del arroyo del mismo nombre.